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29 de marzo de 2010

Mi Canción: Sweet Disposition - The Temper Trap

Cada cierto tiempo ando con una canción pegada en la cabeza, en mi laptop, en mi mp3, en la TV, en todas partes. Así que decidí, desde hoy, crear una etiqueta con mis canciones, para no olvidar que algún día me tuvieron como loca buscando en You Tube, My Space o por donde sea para saber quien la canta y como se llama.
Esta sección empieza con Sweet Disposition de The Temper Trap, unos australianos con cantante indonesio y que los conocí cuando escuché el soundtrack de (500) Days of Summer. Quedé prendida de la canción y para más es ideal para los viajes, también me los rememora, es como si fuera viajando y avanzando constantemente cuando la escucho.
Por esta última razón, no pondré la versión original de su video, sino una versión que hizo en la red y es como su versión ideal (para mi), siempre en movimiento, en viaje constante.

28 de marzo de 2010

Diez Minutos

"Diez Minutos" un corto que acabo de ver en tv y me perdí el principio. Lo yubutié y lo encontré. Muestra como es nuestra comunicación y la obtención de información por estos días, llena de normas y reglas, pero aún así si queremos podemos hacerlo.




21 de marzo de 2010

Semanas Extrañas

Durante todos estos últimos días no ha habido otro tema más que el terremoto y sus réplicas. Lamentablemente, también ha modificado los planes de todos y, en muchos casos, las personas anda obsesionadas con la seguridad, el stres post-traumático, los miedos y los cortes de servicios (apagones y demases).
Reconozco que provocó en todos un cambio. Nadie pensó en terminar así el verano, de "remezón" y porrazo ni menos que las clases y trabajos se vieran alterados. En fin, de una manera muy rápida hubo que crear un plan de contención y de catástrofe para salir adelante.
En mi caso, planeaba volver a lo que dejé a mitad del año pasado, pero parece que la madre tierra nos tiene preparados otros planes. No me quedó de otra que también atinar con un plan de catástrofe y rehacer todo.
Lo que más me llamó la atención durante estos días fue escuchar a varias personas que andan con miedo. Sí, miedo. Lo encontré tan fuerte y tan sincero a la vez, que me deja sin palabras. Me llama la atención cual frágiles se sienten y como esto afectó sus formas de ser, dejando salir a la luz sus temores a lo inesperado.
De alguna manera, toda mi vida he convivido con esa fragilidad y el hecho de tomar cuidados extras, así que ahora solo agrego algo más a mi lista mental de precauciones. Finalmente, eso me ha permitido salir a delante, estudiar, trabajar, compartir con las personas y en general tener una vida de lo más "normal" posible.
Por eso me extraña el miedo del resto. De alguna manera el terremoto los hace vulnerables y recordaron que hay que vivir el momento porque al siguiente no se sabe que pasará, que hay que valorar lo que se tiene, la familia, los amigos, la salud, etc, etc. Todos esos detalles que trato que las personas vean, pero que el sacudón se los hizo ver en dos minutos. Espero que se les quede en la mente y lo comprenda, para que de verdad aprecien lo que viven.

19 de marzo de 2010

Terremoto del Bicentenario

Relato atrasado, pero un desahogo mental de todo lo que hemos vivido desde el 27/02.
Lo reconozco, me he demorado mucho en escribir este post. lo tengo en mente desde el mismo día 27 de febrero, luego unos días en crear la entrada y recién hoy me siento a escribirlo.
Han sido unos días de alerta constante. Recién el martes 16 de marzo fue el primer día en que no sentí ningún temblor ni hubo alguno perceptible en Rancagua. Anoche volvió un remezón fuerte. De hoy no puedo decir nada, todavía queda día.
De esa noche me acuerdo bien. Estábamos todos en la casa durmiendo, cuando mi mamá empezó a despertarnos con un "al suelo, al suelo". No era un sueño, tampoco una película bélica, pero todo se movía, la casa crujía y el terremoto se hacía eterno.
Fue el temblor más largo que he vivido y el más fuerte, también. La luz se cortó, estaba oscuro y en un momento todo se detuvo. Yo estaba al lado de mi cama, entre esta y mi escritorio. Mi mesa con ruedas para la cama todavía se movía cuando mis sobrinos llegaron y se quedaron conmigo, mientras mi hermano y mi mamá iba a ver a mi tía y a revisar la casa.
Atiné a agarrar mi celular y usarlo como linterna. De pronto recordé que una tía me regaló una linterna para la mesa y pegó su base a esta cuando estuve en cama el año pasado. La prendí y trajo cierta calma a mi pieza, porque de alguna manera nos iluminábamos mientras no sabíamos que había pasado.
Como de instinto me puse mis jeans, un chaleco y mis zapatillas. Me dio frío solo de nervios. Mis sobrinos estaban con caritas de susto, despiertos por la impresión y contándome como habían sido protegidos por su papá y su abuela.
Al rato subió mi mamá con noticias del primer piso. Las botellas que mi mamá colecciona estaban casi todas en el piso, algunas rotas y otra solo cayeron, y mi tía estaba al lado de la puerta principal con la suerte de haber pasado antes que las botellas y adornos se desmoronaran al suelo.
Solo fueron daños de ese tipo los que tuvimos. También cayó el televisor antiguo de mi tía, de esos que pesan mucho. Entre las divagaciones de esa noche, esperábamos que despertara con muchos colores y los canales del TV Cable incluidos. Cuando llegó la luz, varias horas después, solo tuvimos que estampar su acta de defunción.
Cuando ya el primer piso estaba libre de vidrios, todos bajamos y nos quedamos ahí, en vela, todo lo que quedaba de noche. Entre réplica y réplica, la luna alumbraba mucho, estaba casi llena ese día de verano, lo que ayudaba a ver entre tanta oscuridad.
En medio de todo nos llegaron visitas, mi primo con su hija vinieron a revisar que estuviéramos bien. Ellos venían de la casa de mis tíos con noticias. También estaban bien y sin novedad. Al rato se fueron. Ahí dos de mis sobrinos decidieron dormir. Solo uno lo consiguió, el otro tenía miedo del terremoto y de su hermana, que no paraba de hablar desde que la tierra nos despertó. Solo mi hermano logró llevarlo a dormir a su pieza, corriendo su cama para que no le cayera nada en la cabeza, por si volvía a moverse todo.
Yo seguía en pie. Eran como las 7.30 de la mañana cuando tomé té por segunda vez. Fue más como un desayuno. Eramos mi mamá, mi sobrina y mi sobrino -el primero en dormirse- que había despertado. Mi tía ya había salido a trabajar, porque tenía que ir a ver como estaba su oficina y como ayudarían en la catástrofe (servicio público).
Ya de día comenzó el interminable intento por tratar de comunicarse. Sin saber a qué hora llegaría la luz, implementamos un plan de ahorro de baterías. Apagamos los celulares de mis sobrinos y solo quedamos con el mio para llamar. Recién a las 10 am nos comunicamos con familiares en Rancagua y Santiago. Todos bien, por suerte.
Siempre tuvimos agua. En otros sectores de Rancagua no la había y demoró mucho en llegar, por eso mi mamá juntó en todo recipiente que encontró. La comunicación era escasa. Los teléfonos se escuchan mal, siempre y cuando entrara una llamada, lo que era bastante difícil. Los celulares fueron útiles (cuando llegó la red eso sí), nos permitió comunicarnos con amigos y entrar a Internet para dar señales de vida, más que para informarnos. A las 2 pm pude actualizar mi estado en Facebook indicando que estamos bien.
Luego, en la tarde (casi noche), volvió la luz y comenzamos a ver que nuestros problemas eran casi banales. Estábamos todos, teníamos los servicios básicos y estábamos comunicados. Todo un lujo en ese momento. Entre Talca y Concepción parecía otro país. Mientras pasaban las horas las imágenes llegaban haciéndose cada vez más crudas. No era solo un terremoto, también hubo un tsunami.
La noche llegó y mi casa se preparó para el resguardo de cada uno, todos atentos a cualquier cosa. A mi pieza llegó mi sobrina y mi mamá, se instalaron en una cama improvisada. Mi tele la pusieron en mi escritorio, porque la noche anterior casi cae al suelo. En la pieza del lado, mis sobrinos dormían con las camas pegadas, para que no les cayeran libros desde las repisas. Cada uno tenía ropa cerca, los celulares cargándose o cargados, pilas, velas, fósforos, mp3 (en vez de radio a pilas) y zapatillas listas por si acaso. Todo esta dispuesto para dormir, pero costó volver a hacerlo.
Desde ese día hemos tenido una tensa calma siempre alerta. Durante la primera semana post terremoto, Rancagua volvió a la normalidad, poco a poco se abrieron locales y las personas volvieron a las calles. En un primer momento fue un abrumador, entre las personas que salían dispuestas a comprarse medio súpermercado y los destrozos dejados por el hipermovimiento telúrico. Luego la cosa se calmó, pero todavía se ven daños en las calles.
El 11 de marzo volvió a moverse el piso. Tres terremotos (porque fueron) con epicentro en esta región hicieron que la alerta hogareña subiera y aplicáramos todo lo que teníamos planeado ante una réplica fuerte. Actuamos con calma, ayudó que fuera en la mañana y que mis sobrinos no estuvieran en clases. Estaba sentada en mi cama, justo un momento antes mi mamá había puesto mi televisor en su lugar (pero ni se movió), cuando comenzó un ruido intenso proveniente de la tierra. Fue extraño, solo pensaba "que comience a temblar, que comience a temblar" porque solo era ruido. Cuando mi cama se remeció, me levanté, agarré mi celular y comencé a despertar a mi sobrina. De pronto llegaron todos. Era como si supiera que iba a ser grande. Mi laptop saltaba y lo vía saltar, pero el temor de que fuera mayor el temblor no hacía que me dieran ganas de salir del dintel de mi puerta para ponerlo en un lugar más seguro. Cuando terminó, volví a armar un bolsito con las cosas básicas para catástrofe (celular, lentes, remedios, mp3, documentos, llaves, etc.) y lo dejé a mano. También puse a salvo mi pc. Mientras vinieron las dos réplicas fuertes del primero, luego continuaron todo el día. Al terminar el día ya ni me movía de mi escritorio al sentir un temblor nuevo.
Finalmente, nuestra vida y la de todos ha sigo y debe seguir, volver a nuestras rutinas, trabajos (búsquedas de~), estudios, salidas, etc, etc. Nosotros tuvimos la suerte de que nuestras casa no se derrumbaran, que nuestras familias no sufrieran, pasaran frío, hambre ni se mojaran y que nuestros proyectos y esperanzas sigan intactos después del terremoto. Sin embargo, muchos vieron como sus vidas se remecieron y derrumbaron en menos de tres minutos. Fue demasiado para el fin de un verano. Demasiado para la celebración del bicentenario.

Dato anecdótico: como a las 4 de la mañana del 27/3 quisimos tomar té y mi tía dijo: "¿pero cómo? ¡si no podemos prender el hervidor!" Creo que la modernidad le hizo olvidar las otras formar de hervir agua jajaja.

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