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6 de febrero de 2009

Hablar por teléfono es una cuestión fe

Confianza es lo primero que pienso cuando llaman por teléfono.

Suena el teléfono, uno va a contestar, levanta el auricular o apreta el botón verde, dice aló y se genera una conexión con la persona que está del otro lado.

Si es un conocido quien llama, no hay problema, la conversación nace instantaneamente con un "hola, cómo estás??". Pero si la persona que está en el otro aparato a varios metros/kilómetros de distancia es un desconocido todo cambia. Puede ser alguien que equivocó el número al marcar (típico) o algún otro personaje que sacó tu número de alguna parte para quitarte un momento de tu vida.

Es esta última opción la que me hace pensar que hablar por teléfono es una cuestión de fe. Sí, porque si uno contesta y da por hecho que la persona que está del otro lado es quien dice ser. Pero no, eso a mi no me ocurre. Yo digo que soy yo, pero no me creen o peor dudan de mi capacidad y de mi edad solo por mi tono de voz.

Ja!! pero yo ya tengo la técnica perfecta, sobretodo con los que llaman a ofrecer nuevos planes de algún servicio o los que llaman por cobranzas (no mias), YO CUESTIONO sus capacidades y pongo en juicio si de verdad están llamando de donde dicen hacerlo.

Claro, porque generalmente ocurre esto: llaman y me preguntan por alguien que por lo general no está, y al oir eso automáticamente me dice: ¿Hay alguien mayor de edad con quien pueda hablar? Este es el punto donde entro con mi discurso al telefonista. Le digo si quiere dejar recado y de nuevo me preguntan lo mismo, así que yo le vuelvo a preguntar si quiere dejar recado y que sino lo quiere hacer debe creerme "así como yo creo qué tú es tú... ¿Quieres dejar algún recado?"

Tal discurso -creo- hace pensar de nuevo al telefonista si una niña diría eso y me creen mayor de edad. Luego, se identifican, dejan el recado y se acabó.

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