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7 de junio de 2009

Persepolis

Esta semana estuve enferma, con reposo toda la semana, así que tras mejorar un poco me puse a ver películas que tenía acumuladas por ahí, entre ellas Persepolis. Una historia conmovedora sobre la historia de Irán relatada a partir de la vida de Marji, desde su infancia hasta su vida adulta.

Mientras la veía tuve dos reflexiones: sobre cuanto sufrimiento hay en países tan lejanos (para nosotros), que viven entre constantes conflictos bélicos, políticos, religiosos fundamentalistas y de otros tipos, que hoy para nosotros son lejanos e impensados. Y también sobre cómo ven la vida una adolescente que sale al mundo, desde un lugar donde solo hay guerra a uno lleno de libertad y donde los problemas triviales parecen ser lo más complejo del mundo.

Fue en ese punto, cuando la protagonista -ya instalada viviendo en Viena- enfrenta a sus amigos europeos, que se quejan de la vida y se cuestionan para qué vivir, si todo es aburrido. Marji los encara diciendo que hay mucho porque vivir y que la vida no es aburrida, que son libres y deberían ser felices por eso. Lo encontré genial, porque muchas personas se quedan estancadas pensando cuan fomes son sus vidas o simplemente no aprovechan de hacer tantas cosas teniendo la posibilidad de hacerlo. A mi me encantaría poder hacer demasiadas cosas y creo que las he hecho, lo que me deja feliz y contenta cada vez que pienso en ellos. Es cierto que a veces me aburro, pero son instantes, fragmentos, que sumando son los menos, porque los logros valen por dos.

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